martes, agosto 22, 2006

Homo transnacionalis

Homo transnacionalis

Cuando uno lee un artículo como el de José Raúl González Merlo en la Prensa Libre del martes 22 de agosto, no deja de pensar en la transformación que implica ocupar un puesto de alta responsabilidad en cualquier parte –pública o privada, nacional o extranjera–, especialmente cuando de ocupar ese puesto depende el sustento propio y de la familia.

En un país como Guatemala donde priva, y se mama y respira, una cultura autoritaria y maniquea, es muy difícil que las cosas no sean vistas en blanco y negro, no solo porque la simplificación facilita el tratar de comprender el mundo sino porque eso encaja a la perfección con la mentalidad de suma cero que es intrínseca a la dinámica transnacional de las empresas ahora llamadas "globales". Para éstas, lo que no es ganancia es pérdida.

Aunque su columna solo habla de tres de los diez puntos sobre la base de los cuales se explica el subdesarrollo en nuestro país, bastan dos para quedar claros "por donde va la chucha al agua".

Uno no puede sino estar de acuerdo en dos partes de dicho artículo. La primera oración que dice textualmente que "nuestra patria no es pobre por accidente" y la otra, el acápite o punto que denomina "los privilegios mercantilistas".

Pero de ahí a afirmar que el atraso de un país como Guatemala se origina en la Constitución y en la mentalidad de las personas, hay una diferencia cualitativa. Afirmar lo primero es insultar la inteligencia del lector y a la misma ciencia que le ayuda a denominar su columna (Homo economicus) y lo segundo es una generalización simplista: la mentalidad mercantilista priva en las elites y los personeros de las transnacionales y eso ha bastado para el atraso y el subdesarrollo durante quinientos y pico de años. Como todos sabemos, y no se cansan de repetirlo tránsfugas del sistema como Joseph Stiglitz, la globalización es libertad de mercado o empresa como la gimnasia es magnesia. Para saber eso no hace falta sacar maestrías o doctorados en ninguna parte, basta con leer la Prensa Libre.

En lo que no queda más que acordar es en lo de los privilegios, desde empresarios hasta sindicalistas y, muy especialmente, en lo estúpido que es su presidente. Digo "su" porque apuesto cien o más a que no votó por Colom ni por Ríos.

En fin, no se trata de polemizar, que no se puede. Y no se puede porque con gente así no se discuten cosas, cifras, hechos, sino abstracciones y en este caso –aún peor- por encargo. Junto con su aversión al Estado, primera coincidencia entre libertarios e izquierdistas, los extremistas que cunden en las páginas editoriales de hoy coinciden también otra cosa: pelan pero no proponen porque no se puede plantear nada viable sobre ese tipo de postulados.